lunes, 7 de septiembre de 2009

Cipriano Villa y el Jarabe Mixteco





(Segunda y última parte)

Francisco Círigo

Corría la segunda década del siglo XX. Como cada año, Cipriano Villa y un grupo de huajuapeños radicados en la ciudad de México se reunían para recibir a los participantes en la peregrinación que salía de Huajuapan a la capital del país; y lo hacían ofreciéndoles un programa social que incluía principalmente canciones y poemas. Sin embargo, algunos de los organizadores deseaban ofrecerles algo diferente porque “cada año era lo mismo”. Esto motivó a Cipriano a asumir un compromiso: “déjenme ver qué consigo”.

La búsqueda le llevó varios años; pero a punto de finalizar esa década, Cipriano Villa y el maestro Antonio Martínez Corro habían dado forma a la más importante de las expresiones del folklore de esta región: el Jarabe Mixteco.

A pesar de haber rebasado el siglo de vida, su esposa Josefina aporta datos, nombres y fechas; también complementa y confirma los que proporciona su hija Teresa, quien expresa su indignación por algunas versiones que se han publicado en fecha reciente, y en las que se hacen aseveraciones alejadas de la realidad, como la que señala que entre 1939 y 1940 Cipriano Villa habría vivido en Tamazulapan, donde habría aprendido a bailar el Jarabe Tamazulapense, el cual habría utilizado como “base del Jarabe Mixteco”.

”Eso no es verdad; en 1940 nació mi hermana Luz María, pero mis papás vivían en Santiago Tamazola, no en Tamazulapan; tal vez mi papá sí vivió en Tamazulapan, pero no con mi tío el padre Narciso (como refiere el texto) sino con el padre José María, y eso fue cuando era muy joven”, refuta.

En efecto. Aunque no existe información precisa que permita reconstruir el proceso que siguió para recopilar los sones y pasos que integran el jarabe, se sabe que parte de esta compilación la realizó Cipriano Villa siendo muy joven, incluso antes de emigrar a la ciudad de México, cuando con su tío, el sacerdote José María Hernández Círigo, radicó en varias poblaciones de la Mixteca; y fue entonces cuanto tuvo la oportunidad de conocer los sones que se bailaban en los pueblos de la región durante las fiestas profanas.

Y mientras el maestro Tonchi Martínez Corro hacía la compilación de la música del jarabe, Cipriano daba forma a la coreografía. Incluso, algunos fragmentos de la música eran tarareados por Cipriano para que el maestro Antonio los reprodujera en el piano y luego los plasmara en la partitura.

El surgimiento del Jarabe Mixteco

La pasión de Cipriano Villa por las expresiones artísticas se había empezado a desarrollar desde su temprana infancia, cuando su tío el sacerdote José María buscó a un maestro para que enseñara música a sus sobrinos, a quienes tenía a su cargo desde que habían perdido a su padre. De esta manera, los hermanos Villa Hernández integraron una orquesta familiar: Narciso –quien años después también abrazaría el sacerdocio– tocaba el clarinete; María el violín; Victórica la flauta transversal; y Cipriano la mandolina, la guitarra y un poco el piano. El único que no tocaba un instrumento era Pascual, quien sólo cantaba y declamaba.
Años después, su formación artística, sobre todo la musical, habría de servir a Cipriano para captar la esencia de los sones de los pueblos de las mixtecas, reproducir y recrear los movimientos y acoplarlos en armonía perfecta con las notas del maestro Martínez Corro para dar forma al Jarabe Mixteco.

El 27 de abril de 1929, el Jarabe Mixteco fue presentado por primera en público, en el teatro Hidalgo de la Ciudad de México, interpretado por el propio Cipriano Villa que a punto estaba de cumplir los 28 años de edad y por Paz Melgarejo, de quien no se dispone de mayor información.
A partir de esa fecha el Jarabe Mixteco fue interpretado en numerosas ocasiones, siempre por Cipriano, aunque con diversas parejas: Adelita Palma, originaria de Chila de las Flores, Puebla; Jahel Maldonado, de Silacayoapan; Amparo Díaz, Martha Pimentel, Carmen Alvarado Moreno, Graciela Morán Maceda, Arcelia Pérez y Sosa, Martha García Manzanares –actual presidenta municipal de Huajuapan– y sus hijas Luz María –quien apenas había cumplido los 15 años de edad–, Aurora y Gloria, entre otras.

La presentación en la Guelaguetza

Fue a mediados del siglo pasado cuando el Jarabe Mixteco se presentó por primera vez en la Guelaguetza. Cipriano Villa y su familia acababan de establecerse en Huajuapan, después de un largo peregrinar por varios pueblos de la región, cuando el entonces presidente municipal, don José Peral Martínez, le propuso que presentara el Jarabe Mixteco en las fiestas del Lunes del Cerro, representando a esta región.

Cipriano aceptó y después de realizar las gestiones correspondientes, el Jarabe Mixteco se presentó bajo los manteados que se colocaban para protegerá del sol a los asistentes, porque aún no existía el auditorio. Y lo hizo con el pie derecho, porque la interpretación gustó tanto que lo invitaron a seguir acudiendo cada año. Cipriano Villa siguió interpretándolo durante casi un cuarto de siglo más, con una agilidad y una gracia que sorprendía a los asistentes, quienes le tributaban generosos aplausos.

Pero en 1976, meses antes de cumplir los 75 años de edad, tuvo que dejar de bailarlo por prescripción médica, al detectarle una enfermedad que poco después le privaría de la voz y del movimiento, obligándolo a permanecer los últimos años de su vida en una silla de ruedas.

El heredero y el rescate

Al saber que no podría volver a bailar nuevamente el Jarabe Mixteco, Cipriano Villa entregó la estafeta a Fidel, un joven que dirigía un grupo de danza en la ciudad de Oaxaca y a quien tiempo atrás había enseñado el jarabe. A él le encomendó la delegación.

Aunque durante los dos primeros años Fidel hizo pareja con jóvenes de Huajuapan, posteriormente tomó la decisión de seguir interpretando el Jarabe Mixteco con integrantes de su grupo de danza, de donde surgía también el resto del cuadro, lo que provocó que Huajuapan quedara fuera de la Guelaguetza durante varios años.

No fue sino hasta que nació la Casa de la Cultura cuando Teresa, hija menor de don Cipriano, planteó a la directora de la institución, María de los Angeles Abad Santibáñez, la inquietud de rescatar para Huajuapan la delegación del Jarabe Mixteco.

La iniciativa tuvo eco, y poco tiempo después, María de los Angeles Abad comunicó a Tere Villa que existía buena disposición de los funcionarios de Turismo en el estado para que Huajuapan pudiera estar presente nuevamente en la Guelaguetza; pero era necesario fundamentar la petición con datos de carácter histórico.

De esta manera, a la sombra de un pino de la casa de las calles de Micaela Galindo donde pasó sus últimos años, Cipriano Villa, desde su silla de ruedas y sin poder hablar, aprobaba y confirmaba con ligeros movimientos los datos que en muchas horas de charla familiar había transmitido a sus hijos, y que esa vez eran compartidos con la “Nena” Abad. Sin duda alguna, una de sus últimas alegrías fue recibir la noticia de que Huajuapan volvería a estar presente en la Guelaguetza, con el Jarabe Mixteco.

Pero tal vez uno de los momentos más emotivos de sus últimos años, fue el que vivió en julio de 1979: con motivo de la conmemoración de los 50 años del Jarabe Mixteco, Cipriano Villa volvió al auditorio Guelaguetza, pero ya no para interpretar “su” creación, sino para recibir la ovación y el aplauso interminable que miles de personas puestas de pie tributaron al creador de los pasos y mejor intérprete del Jarabe Mixteco.

En el centro del círculo, desde su silla de ruedas, Cipriano Villa recibió el reconocimiento del público por su aportación a la máxima fiesta popular de los oaxaqueños.

El primero de octubre de 1985, cinco días después de haber cumplido los 84 años de edad, murió Cipriano Villa; pero su obra, a la que dio vida hace 80 años junto con el maestro Antonio Martínez Corro, seguirá viva durante muchos años más, arrancando los aplausos de los miles de espectadores que cada año abarrotan el auditorio Guelaguetza y que lanzan al infinito, como una sola voz, las estrofas que enmarcan la entrada de la delegación de Huajuapan, y que provocan una emoción profunda y un nudo en la garganta: “¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…!”

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