Raúl Sotero Mendoza
A Eufemio Sandoval, El rorro, el indio paipai, lo conocí en Baja California, en 1992. En verdad, el aspecto externo del indio lograba intimidar a la gente. Volumen amenazante al hablar en español pero desbordante de júbilo al hacerlo en lengua materna. No aguantaba que se le contradijese en nada. A cada movimiento presumía el temperamento de la raza que según él, sería descendiente de Vikingos. Cierta noche confesó que aceptó la ocupación de profesor nada más para sobrevivir, pero quienes lo conocieron de cerca cuentan que El Rorro soñó cambiar la estructura de la escuela, y supieron, con la misma claridad con que él lo supo, que aquello estaba fuera de sus posibilidades.
-Mire, Profe, el asunto es como yo le digo. La escuela y los maestros no sirven para nada. Acuérdese cuántos años llevan aquí. ¿Qué han hecho? Nomás pegarnos si hablamos el paipai, nomás reprobarnos si no repetimos las historias de Miguel Hidalgo; nomás enseñarnos a escribir; bueno, eso sí ya es algo; pero qué más, qué más ¡Dígame! Aparte, si los indios aprendiésemos las cosas de la escuela a poco salimos ganando, ¿eh? Ayer pregunté a los chamacos “¿Cómo se clasifican los animales?” Así les hablé, así de elegante. ¿Y sabe qué respondieron aquéllos que si repiten lo que dice el libro? < En vertebrados en mamíferos en vivíparos, Profesor > Para entonces me entró una rabia porque yo sé que no es así, ¡No, señor! Los animales solo son de dos tipos: Los sagrados y los comunes. De los sagrados el más importante es el K´sar; el coyote, pues. Pero los libros no dicen nada del K´sar, ni siquiera dicen que es vertebrado. De ahí que los niños ya no quieren ser indios, les da vergüenza confesar que son paipais. Por eso me lleno de cólera cuando aceptan las cosas de los libros, pero cómo les digo que no, Profe, si yo mismo se las enseñé. ¡Dígame usted, cómo!
Entender la actitud de Eufemio exige un contexto preciso. Para empezar, habrá que reflexionar bajo qué circunstancias se es indio en este país iletrado de su origen. Mejor todavía, tendrá que comprenderse la exclusión que sufren los paipais en BC, (distinta solo en lo anecdótico al resto del país); un poco más lejos, será necesario indagar el estado interno de este profesor sin formación pedagógica, conflictuado entre cumplir con el gobierno a cuenta del salario o reivindicar la cosmovisión del pueblo que le transmitió la interpretación del mundo.
Para comprenderlo mejor, vayamos a saltos desde el principio. Dicen los estudiosos que cuando los europeos llegaron al continente dieron a los grupos culturales distintos una sola categoría: Indios; igual de incomprensibles y arcaicos les resultaron. Desde entonces, los indios representan el atraso y el estancamiento social. Desde hace cinco siglos, el gobierno de cada época les impone una realidad enajenante. Aún con la independencia, con el hermano Juárez como Presidente, con la Revolución Mexicana, con el gobierno del cambio; poco ha cambiado con el tiempo y el presente no ha traído nada nuevo. Los instrumentos mediáticos cambian pero la consigna es constante: Un país sin indios; perdón, quiero decir… homogéneo. No obstante, luego de cinco siglos, casi 250 paipais aun resisten contra esta penetración cultural que no acaba de matarlos.
Ahora podemos leer desde otra perspectiva a Eufemio: Profesor indígena quien recibe un salario quincenal para que cumpla la noble tarea de educar según los propósitos de un Plan de estudios que se abochorna del K´sar, de los conocimientos de los Tatas, del atole de bellota…
Es entonces cuando Eufemio Sandoval intuye al contenido escolar como el poderoso factor de dominación cultural que se opone a la identidad local y la destruye. Descubre que la educación nacional no quiere meterse en sus guaraches. Por el contrario, promueve la descomposición de los pueblos, roba el sentido de la existencia, enajena mas no los habilita. Los confunde. Se vuelve consciente de que buena parte del autoresentimiento de los paipais está inducido desde la escuela:
-Le voy a explicar algo más, Profe. Eso de que los niños bailen para las madres “solo porque es su día” es otra barbaridad. Nosotros cantamos al conejo, los pájaros, al viento, al coyote… Bailamos cuando los ancianos obtienen el permiso de los cuatro puntos. Nuestros cantos duran toda la noche y hasta el nuevo sol. ¡Imagínese que los niños se pongan a bailar el diez de mayo nada más porque es su día. ¡No! Eso nomas lo hacen en Oaxaca. Allí si bailan pa´ que les aplaudan. Nosotros no tenemos Guelaguetza. Nosotros no hacemos payasadas.
Eufemio murió en 1999, a los 32 años. Lo recuerdo oscilante entre aquella pedagogía bígama que le martirizaba tanto. Lo recuerdo defendiéndose de la exclusión… excluyendo. Sin embargo, lo que más recuerdo es que le dio voz a los sin voz (Marcos) al reivindicar la educación de los indios. Me sorprendió hasta el límite la mañana en que dirigió un mensaje al Director General del Instituto de Servicios Educativos y Pedagógicos de Baja California (homólogo del IEEPO):
-Aprendí a leer en español a los nueve años, ¡Imagínense! Tres más tarde lo hablé y pude comprender lo que leía. Deben disculpar los barbarismos que profiera… Yo soy un indio paipai. Creo en la verdad y en las ideas justas. Creo que el gran mosaico cultural de la nación se funda en los pueblos indios. Nosotros tenemos formas propias de organizar el mundo; sueños distintos, lengua distinta, vida propia. Sin embargo, la escuela que nos educa está contaminada. La cuestión afecta a más de diez millones de indios en México… En esta era de vacío, a la par de la globalización los paipais podemos establecer compromisos locales. Para que desde el mundo alcancen a escuchar nuestra voz.. Para que con cosmovisión paipai podamos aceptar la parte de la ciencia, tecnología, ideas y costumbres que naciendo del mundo también nos desarrolle. A cambio queremos compartir con la sociedad lejana lo que poseemos. ¿Pero, qué es lo que poseen los indios? Especularán algunos. Evidentemente, semejante declaración no es responsabilidad directa del individuo que la blasfema, sino de la escuela barata que lo educó.
A diez años de tu muerte, amigo, quiero decirte que la política educativa sigue igual. Bueno, en algunos aspectos se ha puesto peor. La inequidad como pretexto para obtener recursos, la pertinencia del contenido sin discusión pedagógica; y en el caso del contexto sociocultural del niño, aun se tiene por mejor alejarlo de él. No descanses en paz… Eufemio.
N de R. Por un error tipográfico, el artículo “El zafarrancho por la cantidad”, publicado en el número 00 de Enpunto, apareció sin la firma de su autor, Raúl Sotero Mendoza.
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