viernes, 19 de junio de 2009

En buena hora…

La peor profesión

Horacio Corro Espinosa


Si le preguntas a la gente cuál es la peor de las profesiones, indudablemente dice que es la de político, y dentro de ella, la de diputado es todavía más mala.
Cómo estarán las cosas que la profesión del político es percibida con un desprestigio mayor que el del policía, del banquero y del abogado a quienes se les cuelgan calificativos como: corruptos, explotadores y transas respectivamente. Pero en el caso de los diputados la lista de adjetivos crece generosamente uniéndose a los anteriores los correspondientes a flojos, mentirosos, mantenidos, peleoneros, traidores, desunidos, obstaculizadores y hasta gordos, borrachos y mujeriegos.
Esa es su reputación, y se la han ganado a pulso. Hay que decir que a pesar de todo viven una extraordinaria coherencia y constancia, por lo que hay que felicitarlos. Ningún día han descansado en estimularnos en el mismo sentido negativo.
Quién podrá opinar bien de ellos cuando se lucen durmiendo en las curules, peleándose entre ellos arriba y abajo de la tribuna, gritando groserías, echando relajo por los pasillos mientras uno de sus compañeros se desgañita arriba del escenario, tambaleándose de borrachos en las calles, retratados desnudos (as), sorprendidos orinando en la vía pública, y nótese que pluralizo pues es así como funciona el fenómeno.
Podríamos decir ante tan abrumadora cantidad de pruebas que se lo han ganado a pulso con el esfuerzo decidido de algunos notables.
Todo esto lo saben los representantes, no es nueva para ellos esta información. He tenido oportunidad de platicar con algunos de éstos y claro, todos se quejan de sus compañeros que los han arrastrado a tener esa imagen. Lo curioso es que todos, con los que he platicado al respecto, son tan obesos que no alcanzan a verse el rabo.
Por esa imagen tan desastrosa que arrastran, es que comenzaron a hacer algo para limpiarse la cara, pero lo único que se les ocurrió fue hacer spots de televisión diciendo que sí están trabajando. Desafortunadamente nadie puede predicar lo que no se es. La audiencia recibe eso como una mentira más.
A pesar de esa mala y pésima imagen que tiene los legisladores, ¿por qué se afanarán tanto en ser los próximos en llegar a una curul? ¿La lana? ¿La efímera fama, o el verdadero fin de servir?
Algún comentario con esta columna, dirigirlo a horaciocorro@yahoo.com.mx

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