El pirul de San Andrés Sabinillo, un capricho de la naturaleza

Azul Guzmán Gómez

En el pueblo de San Andrés Sabinillo, perteneciente al municipio de Santo Domingo Tonalá, hay un atractivo poco conocido. Existe un templo en ruinas del que únicamente quedan en pie las bardas, pues el techado que era de palma y morillos ya no existe. Junto a las mencionadas ruinas nació un pirul que, como todos los árboles, tuvo su crecimiento hacia arriba; pero al llegar a la altura de la barda del lado norte empezó a crecer en forma horizontal, por encima de todo el muro; al terminársele la barda nuevamente continuó su crecimiento hacia arriba. Más aún, en algunas partes del tronco parecieran haberse fusionado árbol y capilla; piedras del muro han quedado incrustadas en la corteza del pirul. Esto ha sido producto de muchos años de unión y fusión.
Es posible apreciar este capricho de la naturaleza de cerca ya que de lejos no se puede visualizar con claridad. Los vecinos del lugar dejaron que ese pirul creciera; la barda que lo está deteniendo se ha agrietado pero se ve que todavía podrá soportar el peso por muchos años más. Actualmente la capilla ya no está en uso, aunque hay iniciativas para que no se suspenda el culto y de vez en cuando se den algunos servicios religiosos, pero si se quisiera poner un techado se tendría que quitar el árbol, y actualmente es una ruina con un detalle natural bastante original.
A menos de 50 metros de esta capilla-pirul hay un árbol en el cual se da un fenómeno hermoso cada inicio de primavera: cientos de golondrinas llegan a sus ramas a dar vueltas. Sin temor a exagerar se puede afirmar que son cientos; es un espectáculo hermoso, un regalo de la naturaleza para este pueblo. Pasados unos días se van las golondrinas para regresar a principios de la primavera del siguiente año.
Quienes han tenido la maravillosa oportunidad de ver a estas aves volando en círculos sin fin están de acuerdo en afirmar que es una excelente opción para relajarse y para llenar el espíritu de tranquilidad.