viernes, 19 de junio de 2009

El Calaca, ícono de los boleros


Francisco Círigo

Eduardo Sosa Bello, “El Calaca”, no sólo es el más conocido de los boleros ubicados desde hace muchos años en el lado norte del parque Independencia, sino también uno de los personajes más populares de Huajuapan; y durante mucho tiempo fue uno de los pocos personajes que usaba traje y corbata todos o casi los días.
De complexión delgada, tez morena y plática fácil, El Calaca recuerda con exactitud detalles de personajes, lugares y sucesos relacionados con Huajuapan… pero no puede precisar cuándo llegó a esta ciudad, procedente de su natal Tezoatlán de Segura y Luna.
Sólo recuerda que cuando llegó era todavía un niño, y vino porque su mamá enfermó y la trajeron a curar. Era la época en que se estaba construyendo la carretera internacional y “había montones de tierra”.
Pero fuera de ese dato que escapa a la memoria, El Calaca recuerda que la señora que curó a su mamá le regaló un cajoncito para dar grasa, y que de esa manera inició su “carrera”, aunque también se dedicó a otras actividades, como la venta de gelatinas, palomitas y paletas, y a cargar los bultos de las personas que llegaban a Huajuapan en los autobuses Estrella Roja, que cubría la ruta a Puebla, y ADO, que viajaba a la ciudad de México.
En esa época la terminal estaba en el cine Beatriz y los autobuses se estacionaban en la calle Heroico Colegio Militar, en el lado sur del parque Independencia. Entonces sólo había cuatro taxis: el de Manuel Salazar, el de “El Mister”, el de Toño Acevedo y el de Carlos Pérez.
La llegada de los pasajeros brindaba a los muchachos que, como El Calaca se dedicaban a dar grasa, la oportunidad de diversificar sus actividades y ganar unos pesos más: cuando llegaba un autobús dejaban sus cajones bajo una banca y corrían al encuentro de los recién llegados: a algunos les ayudaban a cargar sus cajas o maletas hasta su casa; y a otros les conseguían un taxi para trasladarse a su domicilio.
Debido a que Huajuapan era paso obligado para ir a la capital del estado, en esa época llegaban muchos “gringos”, a quienes El Calaca también cuidaba sus automóviles, y a cambio recibía unos huevos cocidos o un sándwich, los cuales de inmediato llevaba a su mamá.
Pero sus primeros años estuvieron ligados de manera estrecha a la terminal de autobuses: empezó a alternar las “boleadas” con las actividades en la terminal. Recuerda que los vehículos se quedaban estacionados frente al parque y él dormía en uno de ellos, el que saldría de Huajuapan al día siguiente en la primera corrida a Puebla, que era a las 9 de la mañana. Lo primero que hacía era la limpieza del vehículo, luego subir los bultos y finalmente “despacharlo” a su destino.
Además de esa corrida, había otra a las 10 de la mana y la última a las 2 de la tarde.
Pero a pesar de tener una actividad relativamente estable, El Calaca seguía atado a un cajón de grasa, el cual dejaba a un lado cuando de cargar bultos, limpiar autobuses o cruzar el parque corriendo para ir por el taxi para un pasajero se trataba.
Así transcurrieron sus primeros años en Huajuapan, viendo el antiguo portal Valerio Trujano, donde se realizaban “tardeadas” y también peleas de box; con la imagen de las refresquerías de la época: La Aurora, de don Josafat Zapata, que se ubicaba donde actualmente es Discos Toñín, y Los Colorines, que se localizaba bajo el portal, donde hoy existe un pasaje comercial; con los negocios de don Eloy y don Nufo, a donde los huajuapeños iban a tomar una copa, en el lado norte del viejo portal; y con el viejo mercado Porfirio Díaz, que se vino a tierra el 24 de octubre de 1980.
Ese fue el Huajuapan que conoció, el que sólo llegaba “de Guadalupe a San José y de la carretera a la calle Jiménez”; el Huajuapan del que hoy es parte integrante del paisaje urbano (Continuará).

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