domingo, 31 de mayo de 2009

OPINION. El valor de la política

Marcos Avendaño

Si entendemos que la política tiene que ver con el ejercicio del poder, con la actividad de gobernar y el de atender los asuntos públicos buscando el bien común, entonces comprenderemos que la política tiene un valor, que requiere responsabilidad porque tiene que ver con la armonía de una sociedad que no es homogénea, porque conviven diferentes intereses y se tienen diferentes formas de pensar; pero se debe garantizar la gobernabilidad y la paz social. Es decir, la política es una actividad noble, donde se debe luchar por los principios y valores. Desafortunadamente esto se ha desvirtuado porque algunos políticos luchan por sus intereses y por el logro de beneficios personales.
Esto desanima a la gente y con sobrada razón ya no cree en la política ni en los políticos, porque dice “que todos son iguales, prometen y no cumplen “. Esta situación es real, pero tiene un trasfondo, que es el de desalentar a las masas populares de participar en la cosa pública, es decir, busca que los ciudadanos no participen en las tareas de gobierno, ni siquiera que tengan el derecho de opinar en las decisiones importantes que tienen que ver con sus libertades, con sus derechos y con su bienestar.
Esta concepción la tiene la clase gobernante y le asignan al pueblo sólo la tarea de elegir mediante su voto al gobernante y hasta ahí, no más. Una vez hecho esto, el ciudadano debe renunciar a toda forma de participar en la vida pública, dejando en mano de los elegidos, de los que “si saben”, la tarea de gobernar sin ningún tipo de interferencia. En otras palabras, para los políticos tradicionales la democracia se reduce al derecho de las masas a darse un amo con poderes absolutos para decidir sobre sus vidas y sus bienes.
Pareciera que lo dicho hasta aquí, es puro rollo teórico, que no ocurre en la realidad; pero sin ir tan lejos ni hacer un análisis tan profundo o complicado, nos damos cuenta que esto precisamente está pasando en el ayuntamiento de Huajuapan. Por supuesto, que también pasa en otros municipios del estado y del país, donde hay gobernantes que ejercen el poder en una forma autoritaria, olvidando las promesas de campaña.
Es común escuchar el dicho de la gente: “los políticos cuando andan en campaña son amables y educados y cuando ya están en la silla se comportan déspotas y creídos”.
En el caso de Huajuapan observamos que en el ayuntamiento no hay operadores políticos y si los hay no resuelven los conflictos; y en las sesiones de cabildo se ve el mayoriteo burdo de los que detentan el poder, aplastando algunas iniciativas que presentan los regidores de oposición, aunque éstas sean buenas para la ciudadanía. Así se ejerce el poder en Huajuapan, olvidándose del principio de la política: el de saber gobernar con el que no piensa como yo, el de buscar el entendimiento, los consensos; y el de construir acuerdos. Esto es lo que hace falta.
Si todo se moderniza, ¿por qué no modernizar la política?. Es tiempo de dejar de gobernar a Huajuapan con métodos del pasado. Eso ya no funciona. Ahora se hace necesaria una política plural e incluyente que fomente la participación ciudadana, que involucre a la gente en las decisiones y acciones de gobierno.
Recordemos que el poder lo da el pueblo y es pasajero. Recordemos que el pueblo premia pero también castiga. Ahora la sociedad se ha convertido en el mejor contralor político y pone tarde o temprano a cada quien es su lugar.

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