sábado, 29 de agosto de 2009

Una prostituta, un cliente y la clandestinidad

(Segunda de tres partes)

Abril Valdez


“Algunas veces lo he hecho a la vista de todos, me acuerdo en ‘Las Piñas’ de un güey de acá de Huajuapan, que estaba sentado en una silla y mientras me lo hacía por atrás yo me comía una sopa Maruchan, estábamos cerca de la pista en un lugar donde no pegaba mucho la luz y ese cuate no tenía condón”. Esa es su vida: por lo menos 6 clientes a los que les cobra diferentes tarifas depende de “como se vean”; tiene que juntar por lo menos 2 mil pesos en una noche.
Melani -como se hace llamar- tiene 24 años y es originaria de Xalapa, Veracruz, no tiene hijos pero sí tres hermanos que mantener de 8, 11 y 15 años de edad. Llega por temporadas y dice que la plaza le gusta aunque es mal pagada, porque los dueños de los bares les quitan casi el 40 por ciento de sus ganancias, pero no es tan insegura como en otros lugares a los que ha viajado entre ellos Tijuana y Monterrey.
De ojos grandes negros, un poco gruesa de complexión, alta y cabello lacio hasta los hombros, reconoce que a veces no se cuida, por desidia ó porque a los clientes no les gusta, a pesar de que sabe que el SIDA “anda fuerte por la región porque hay muchos que se fueron a Estados Unidos y allá todo es más libre”.
Sin embargo dice que está al día con la credencial que le dan en la Regiduría de Salud del ayuntamiento de Huajuapan, y que no le duele pagar los exámenes trimestrales –unos 800 pesos– para comprobar que está sana aunque revela que por lo menos dos meses estuvo sin registrarse, hasta que el dueño del Copacabana a quien le llama “El Güero”, le dijo que fuera para que no lo sancionaran, pues de repente llegan los operativos sorpresa.
Vestida con una falda imitación cuero, con una abertura en la pierna izquierda, una camiseta amarilla y tacones con plataforma del mismo color, luce atractiva para los clientes, muchos de los cuales llegan ya con unas copas encima, y no consumen bebidas a la carta; más bien van por la cubeta de 6 cervezas que cuesta 200, incluida la chica que le baila en la mesa, donde todos pueden verla, pero el sensual ritual está dedicado sólo a uno de los clientes, está permitido que las toquen, que las besen.
A veces luego del baile algunos clientes quieren tomar sólo con ella, entonces las cervezas cuestan 100 pesos cada una, platican y ahí hacen el conecte.
Luego ya la están llamando para que haga “otro servicio” porque en aquella mesa la escogieron y el cliente ya pagó. Dice que lo que más le conviene son los privados que hacen en unos “cuartitos” que están en la parte de atrás del lugar, donde el toqueteo cuesta 400, y ya el acostón es 600 y hasta mil, cuando agarra buen cliente y se va a un hotel.
Actualmente llega a bailar al Copacabana y usa el tubo, ese que le provocó una infección vaginal, le dijeron que tricomoniasis –que también es contagiosa- por el constante contacto vagina-vulva con el frío metal, que usan por lo menos 8 chicas durante la noche, aunado a que los clientes que la tocan vienen sucios de la calle, incluso hasta se exponen a agresiones, a malos tratos, pero deben aguantarse si quieren conservar el trabajo.

Los prostíbulos son antihigiénicos y caros

“Son malos y caros, tanto en el servicio, te venden muy cara la cerveza, las mujeres están antihigiénicas”, dice César de 31 años cliente frecuente de bares con variedad, como El Manolos; dice que a veces ha platicado con ellas, muchas son madres y el oficio más viejo del mundo es el sostén de su familia.
Dice que cuando va, trata de llevar únicamente el dinero que sabe se va a gastar porque a veces en el mismo lugar son víctimas de robos por el personal del bar, e incluso que ha sabido de hombres que han sido despojados de sus pertenencias, incluso autos.
Opina que debería haber más control de la actividad de prostitución, y operativos para identificar lugares clandestinos, que sabe existen: uno en la colonia Militar, donde presuntamente chicas que estudian en la UTM se prostituyen; y otro en la colonia Del Maestro por la tienda del ISSSTE, donde llegan chicas jóvenes de bajos recursos, incluso menores de edad, de las comunidades aledañas a Huajuapan y que son regenteadas por una mujer de nombre “Verónica”.
Las autoridades también han recibido “los rumores” reconoce la regidora de Salud, Guadalupe del Castillo Cueva, aunque señala que los tres inspectores de Salud realizan recorridos diarios en los lugares que ofrecen servicio de prostitución y bares y aunque no han recibido ningún escrito, ni tienen denuncias formales sobre el hecho están pendientes, aunque no han identificado “focos rojos” (Continuará)

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