sábado, 27 de junio de 2009

SEMBLANZA. “Las parrandas me hicieron famoso”: El Calaca


Francisco Círigo

Eduardo Sosa Bello no recuerda quién lo bautizó como “El Calaca”; pero cree que pudo ser “El Cantinflas” –el primer bolero de Huajuapan– o “El Régulo”, otro de los muchachos que pululaban por el parque Independencia cargando un cajón de grasa y que también andaba en las ferias con un juego de dados conocido como “El Carcamán”.
En cambio, recuerda con precisión que entre el grupo de muchachos que alternaban las “boleadas” con las actividades derivadas de la llegada de los autobuses que tenían su terminal frente al lado sur del parque Independencia se encontraban “Hugo El Tortero”, “Lalo Cuentos”, “Jobo”, “”El Preso” y “El Gorila”; y que en esa época un “trapazo” (“lavada” del calzado y aplicación de grasa, sin crema ni tinta) costaba 15 centavos “de los de antes”.
Y recuerda también que a pesar de su condición humilde y de su oficio, sus compañeros de juegos eran los hijos de las familias acomodadas que vivían alrededor del parque, como Verónica Flores (ya fallecida), los hijos del doctor Ubaldo Luna, de “Richard” y de un aviador cuyo nombre ha olvidado. Con ellos pasaba largos ratos en las resbaladillas, en los columpios y en el pasamanos que se encontraban en la esquina noreste del parque, frente al banco y al Sagrario.
Varias décadas después, una de las niñas que integraban ese grupo de amigos, Martha García Manzanares, se convirtió en la segunda presidenta municipal en la historia de Huajuapan. “Yo me crié con ella; de niños íbamos los domingos a la matiné (del cine Beatriz), ella iba con sus hermanitas; tal vez por eso ahora que es presidenta nos dio las ‘bolerías’ que tenemos y nos apoyó para el festejo del ‘Día del Bolero’, que fue una iniciativa de mi esposa Agripína Fuentes Ortiz, quien es la presidenta de nosotros, los boleros”, refiere.

El bolero más popular

El Calaca debe su popularidad a su afición por las bebidas alcohólicas. Refiere que acostumbraba cargar y “bailar” los matachines en todas las fiestas de los barrios de Huajuapan, tan sólo para ganarse el aguardiente que se repartía en el trayecto. Pero no sólo eso: durante los jaripeos, además de montar los toros, se ponía a bailar en el centro del corral, provocando la hilaridad de la gente. Y en las festividades del Señor de los Corazones se subía a la tarima de los grupos musicales a bailar e imitar a Resortes. Tampoco se perdía las tardeadas que durante mucho tiempo se efectuaban en el CCH. “Mis borracheras eran tranquilas, nunca me gustaron las ‘broncas’; por eso las parrandas me hicieron famoso”, recuerda.
Relata que su manera de bailar llamaba la atención de la gente, que empezó a tomarle fotografías o video. De esta manera, su imagen empezó a conocerse no sólo en la región sino en otras ciudades e incluso en el extranjero: “Salgo en los videos, en las fotos, en la televisión; y hasta Horacio Corro me sacó en un libro que escribió”, menciona.

Su colección de trajes

Una característica de El Calaca es que acostumbra vestir traje y corbata. Inicialmente empezó a usar sólo la corbata, pero alguien –no recuerda quién– le regaló su primer traje, y conforme empezó a usarlo le fueron regalando otros. Actualmente tiene toda una colección, sobre todo de sacos, algunos trajes completos, pero sobre todo corbatas.
Entre las personas que le han obsequiado trajes menciona a “Coté” Flores y el ingeniero Ignacio Vega, mientras que un “compa” que vive en el barrio de San José le regaló aproximadamente 15 corbatas, la mayoría de seda.
Uno de los regalos que recuerda con agrado es un traje que le trajo una persona de Estados Unidos; pero ese no lo usó: lo regaló a su hijo Andrés para que lo usara en su graduación como licenciado en Administración de Empresas.

Los tiempos difíciles

Pero no todos los recuerdos de El Calaca son gratos. Eduardo Sosa aún tiene presente la “mala vida” que durante muchos años le dio a su mujer, debido al problema de alcoholismo que él enfrentaba: “A mi mujer la conocí en San Pablo Anicano, Puebla, cuando anduve un tiempo trabajando en los juegos mecánicos de don Mario Mora. Ella ya tenía tres hijos y tuvimos tres más. Pero la hice sufrir porque anduve mucho tiempo en la borrachera; tomaba todos los días y llegaba y le tiraba los cepillos y todas las cosas. Ella ponía su anafre en el portal, donde yo tenía mi bolería. Allí mucha gente la ayudó, principalmente doña Reina y el señor de las llaves. Ellos le llevaban algo para comer; por eso yo les agradezco mucho lo que hicieron por ella”.
Otro de los momentos difíciles fue cuando su segundo hijo, también llamado Eduardo, estuvo muy enfermo porque estaba bajo de plaquetas y sufría constantes hemorragias. Gracias al apoyo que recibió de Bernardo Barragán cuando éste fue presidente municipal, y de otras personas, su hijo logró superar la enfermedad, aunque ahora “no quiere trabajar ni quiere estudiar”.

Satisfecho con la vida

El Calaca se ha rehabilitado. Desde hace un año y medio, aproximadamente, acude a un grupo de Alcohólicos Anónimos, lo que además de ayudarle a dejar la bebida, le ha permitido valora la vida y a su familia. Hoy se siente satisfecho porque tiene un hijo profesionista y porque su hija pequeña, Miriam de 14 años de edad, quien actualmente cursa la secundaria, va muy bien en la escuela “y quiere ser doctora”.
Y aunque menciona que el trabajo ha escaseado y que sus ingresos llegan sólo a unos 150 pesos diarios en promedio, dice que le basta con tener para comer para darle a su hija lo que necesita para la escuela.
A sus 60 años de edad, el popular Calaca se siente satisfecho de contar con una familia “que me supo entender en mis borracheras, a pesar de que yo los maltrataba; una familia que no merezco”.
Y se siente feliz por seguir en su actividad que, aunque modesta, le ha permitido sacar adelante a su familia. “Por eso aquí voy a acabar mi vida”, remata.

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