viernes, 12 de junio de 2009

“El rojo”, más de 70 años deleitando paladares


(Primera de dos partes)


Francisco Círigo

A don Raúl Sánchez González pocos lo conocen por su nombre. Pero su rostro moreno, su barba blanca “de candado” y su gorra oscura son inconfundibles para quienes durante décadas han adquirido la costumbre de saborear las nieves que expende en la esquina norponiente del parque “Independencia”.
El apodo que le fue impuesto en sus años de basquetbolista, lo rescató uno de sus yernos para nombrar a su nevería: “El rojo”.
A sus 82 años de edad, “El rojo” aún atiende su puesto de nieves la mayor parte del día, y sólo por la noche es relevado por una de sus hijas. Y aunque ahora ellas han aprendido a preparar las nieves cuya receta le fue proporcionada por un compadre suyo que trabajaba en la ciudad de Puebla, aún acostumbra supervisar el trabajo y darle el toque final, para garantizar que el sabor sea el que ha hecho famosas sus nieves desde hace más de siete décadas.

Paletero a los diez años de edad

Entrevistado en su puesto rodante, interrumpido de vez en cundo por los clientes que acuden a saborear sus helados pesar de que por la tarde llovió y la temperatura ha descendido, “El rojo” refiere que nació en Tezoatlán de Segura y Luna pero llegó a Huajuapan a los 10 años de edad, en 937.
Su primer contacto con el hielo y los sabores lo tuvo poco después, cuando empezó a trabajar con un paletero de Santa María Xochixtlapilco, que fue quien le enseñó a preparar la nieve de limón. Antes, había sido bolero y cargador de bultos.
Entre divertido y nostálgico, recuerda que en esa época no existían los barquillos de pasta ni los vasos desechables, por lo que la nieve de limón (la única que preparaba) la vendía en vasos de cristal. “Entonces me ponía una rueda de trapo en la cabeza y ahí cargaba la garrafa de nieve, y los vasos los llevaba en una cubeta”.
Luego empezó a utilizar una carretilla para recorrer las calles vendiendo la nieve que para entonces ya preparaba por su cuenta.

Veinte años en la “Benito Juárez”•

Cuando se creó la secundaria Benito Juárez, que empezó a funcionar en la casa de los señores Manzano, en las calles de Allende, don Raúl empezó a vender sus nieves a los primeros alumnos, aproximadamente 20. Y durante dos décadas lo siguió haciendo, lo que le permitió vivir el cambio al edificio que durante muchos años ocupó la institución, en la carretera Internacional, donde actualmente funciona la escuela Normal Huajuapan.
Sin embargo, por razones que desconoce, un día los maestros le dijeron que “se estaba volviendo rico” y le pidieron que les dejara el producto, con el compromiso de que ellos se encargarían de la venta y compartirían las ganancias. Pero cuando fue recibir la parte que le correspondía le dijeron que no se había vendido lo suficiente y que las ganancias se las pagarían… con su mismo producto.
Ante esta situación, “El rojo” intensificó su trabajo en la calle, primero en una carretilla y después en un automóvil Ford Falcon que, con muchos sacrificios, adquirió en 700 pesos.

La receta de La Villa de Reynosa

Pero paradójicamente, su verdadero encuentro con los sabores se derivó de una enfermedad de su esposa.
Recuerda que tuvo que llevarla a la ciudad de Puebla para que la atendiera el médico, y fue ahí donde un compadre suyo que trabajaba en “La villa de Reynosa lo convenció para adquirir los utensilios necesarios para elaborar la nieve. Y fue él también quien le proporcionó la receta para elaborar las nieves de sabores diferentes, que le darían fama en Huajuapan.
Comenta que la receta era para preparar determinada cantidad de nieve, pero él buscaba la proporción para elaborar la cantidad que necesitaba, aunque al principio los sabores variaban.
La práctica y la paciencia le llevaron a encontrar el punto exacto que da a sus nieves el sabor inconfundible que chicos y grandes disfrutamos, sobre todo en los días de verano, y que hace que muchos visitantes provenientes de otros puntos del país no consideren provechosa su estancia en Huajuapan si no prueban las nieves de “El rojo”. O que algunos grupos, como el personal de una institución de salud, se trasladen frecuentemente desde Acatlán de Osorio, Puebla, tan sólo para saborearlas (Continuará).

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