viernes, 12 de junio de 2009

REPORTAJE DE LA SEMANA. Acatlima: cueva de delincuentes que atacan a la comunidad de la UTM


Abril Valdez

“Es difícil decirlo y nos entristece pero Acatlima se ha convertido en una ‘cueva de delincuentes’”, reconoce Epifanio Jiménez Bautista, agente municipal de esta comunidad, cuna de la universidad más importante del estado, la Tecnológica de la Mixteca (UTM), a donde desde hace 19 años cada ciclo escolar llegan a vivir 800 estudiantes, cuya derrama económica mensual, según el vicerrector académico, Gerardo García Hernández, es de 6 millones de pesos, 72 millones al año.
Y es precisamente la comunidad universitaria proveniente de diversas regiones como la Costa, el Istmo, la Sierra y los Valles Centrales, el blanco fácil de los bandidos, identificados como “Los Cholos”: jóvenes con pantalones muy sueltos, tenis, camisetas sin mangas, camisas a cuadros con sólo el último botón abrochado, con tatuajes y cadenas a la vista, los cuales se dedican al robo domiciliario y asalto a transeúntes afectando a los estudiantes con mayor agresividad desde inicios del 2008, sin que las autoridades hayan tomado cartas en el asunto.
Ni la rehabilitación del módulo de seguridad pública -ubicado a la entrada de la población, pintarrajeado, con los vidrios rotos, sin luz-, ni atención al alumbrado público, ni rondines permanentes de la policía municipal; sólo presencia esporádica durante el día y en las noches únicamente si hay un llamado de auxilio.
El agente señala que el ayuntamiento les ha hecho entrega de una patrulla que sirve a los tres comandantes que junto con grupos de vecinos realizan inspecciones nocturnas de 10 de la noche a 1 de la mañana desde que se agudizó la situación, pero ni eso sirve. En las últimas semanas los robos han sido en el día, entre 10:30 y 11:00 de la mañana.
Las autoridades universitarias reconocen que hay un grave descuido de la seguridad y que “están muy molestos con el trato que le han dado a la UTM en Huajuapan”, pues dicen que ha habido intentos de violación, asaltos y robos, un ataque constante a la comunidad universitaria que los ha llevado a pensar en la presencia del Ejercito, aunque no hay una petición formal.
Tan sólo en la primera semana de junio dos viviendas de estudiantes, y la de un comerciante –sector que tampoco se salva y hasta piensa en hacer justicia por su propia mano- ubicadas en la avenida principal, Cruz Carreón, sufrieron el acoso de los amantes de los ajeno. Aquí están sus testimonios.

Consejo número 1°: No vivan en Acatlima

Fue el martes 2 de junio, cuando llevaron a cabo el robo: 2 computadoras laptops marca HP, dos memorias USB de 1 y 8 gigas de capacidad, un celular marca Nokia, 2 mil 500 pesos que las 5 inquilinas habían reservado para la renta, y 900 pesos que una de ellas había reunido para unos tenis, además de una bolsa: el monto de lo robado más de 50 mil pesos.
Según el testimonio de Nashielly Vázquez, Brenda Sánchez, Abril Peña, Nayeli Díaz y Araceli Díaz –todas estudiantes de la UTM- fue entre las 11:30 y las 12:30 huras cuando los ladrones entraron, violaron la chapa de la puerta trasera y sin revolver demasiado el departamento sacaron las pertenencias; incluso refieren que por la limpieza de su intromisión, no se dieron cuenta de lo faltante, hasta que debieron hacer tareas escolares.
Al borde de las lágrimas, una de ellas dice que tiene miedo, pues sabe que los ladrones estudian a sus víctimas, e incluso las espían, y que suelen regresar al lugar de su primer robo, “no sabemos cuándo van a regresar y por qué”.
Dice que en su laptop tenía documentos importantes, incluso fotos e información personal, que puede ser mal utilizada. No denunciaron ante el ministerio público, porque no confían en las autoridades.
“Más que miedo, también es impotencia, de no saber hacia dónde recurrir, qué hacer en ese momento…El agente me dijo: ‘no tenemos recursos para mejorar la seguridad, entiendo lo que te pasa pero eres una más de todos los casos’”.
Manifiestan que como estudiantes son “la vida de Acatlima”, y consideran que al menos por eso las autoridades los deberían de cuidar y retribuir, incluso dicen que estarían dispuestos a colaborar monetariamente, recabar firmas, enfrentar a los delincuentes.
Se quejan también de las autoridades de la universidad, que durante los cursos propedéuticos, antes de iniciar la carrera les recomiendan: “no vivan en Acatlima, es su responsabilidad si lo hacen”, pero aseguran no hay un plan; acaso han oído hablar del proyecto de la Casa del Estudiante, que se gestó al inicio de la universidad, pero no hubo interés.
Los alumnos no tienen otra opción: para continuar con sus estudios requieren rentas económicas y no gastar en pasajes.
Señalan que la gente originaria de Acatlima los ve como los “niños ricos” y minimiza los ataques de la delincuencia; tan sólo por el hecho de estudiar en la universidad, hacen oídos sordos, porque la delincuencia sólo ataca a los universitarios, aseguran.
Aunque desconocen que más allá, a una cuadra hay dos comerciantes que viven con el miedo y que de ser victimas nuevamente no dudaran en hacer justicia a la mexicana…

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